Llegada a Jujuy y primeros tramos del viaje.
Llegué al Aeropuerto de Jujuy el pasado 7 de octubre. Estaba nublado y fresco. En esta ocasión decidí alquilar un auto para facilitar mis encuentros con las familias artesanas. Recorrí los 33 km que separan el aeropuerto de la ciudad de San Salvador de Jujuy y, en el camino, recordé que posiblemente el origen de la palabra Jujuy se relaciona con una pronunciación equivocada de un ave llamada kakuy que le dio nombre antiguo a un territorio y que los primeros exploradores deletrearon por error “Jujuy”, y así quedó.
Mi plan era visitar artesanos de la Quebrada, es decir, de las ciudades de Volcán, Purmamarca, Maimará y Tilcara. Quedarían para mi próximo viaje los artesanos de la Puna. Atravesé los valles fértiles de Perico y Palpalá, dejé de costado San Salvador de Jujuy y, por la Ruta Nacional 9, avancé hacia Yala, Lozano, León, Volcán y Tumbaya para llegar a Purmamarca, mi primer destino.
Sentí la presencia constante de la inmensidad de la naturaleza en cada tramo y, a medida que subía en altura, las nubes iban quedando atrás y el sol intenso me mostraba montañas de color rojo, naranja, violeta y verde, dejando a la derecha la vaguada donde discurre el Río Grande, que baja desde la Quebrada de Humahuaca.
Dicen que Jujuy tiene diversidad climática por su gran cantidad de ecosistemas: en la Quebrada prevalece el sol abrasador; en la Puna llueve solo en verano, lo cual impide transitar sus caminos.

Encuentro con artesanas de Volcán.
Decidí hacer una parada en la localidad de Volcán para conocer a Aurelia, una artesana oriunda de La Quiaca que tiene un telar de metal que mandó construir para tejer sus piezas. Me habían hablado de ella y me encantó conocerla. Muy hábil en el arte del hilado y el tejido artesanal, crea textiles en lana de llama con diseños tradicionales. Me mostró ruanas, mantas, fundas de almohadones, llamas de fieltro, guantes, distintos tejidos con bordados a mano y me enseñó algunas técnicas para lograr terminaciones de calidad.
Me llamaron la atención las madejas de lana de llama de hilados finos y suaves, en colores naturales, que le compré para traer al local. Suelo tener exhibidas lanas de distintos sitios para que los clientes aprecien las diferencias en textura y grosores. Aurelia me comenta que la lana de llama tiene mayor elasticidad que la de oveja y que por ese motivo no las combina en la urdimbre y trama del telar.

Me cuenta un poco de su vida: que el arte textil la apasiona y que se siente agradecida porque es su fuente de ingresos y le ha permitido sostener a su familia. Su hija está estudiando profesorado de música y pronto egresará. Aprovecho la tarde para conocer a Mirta y Lucilda, otras artesanas que comparten con Aurelia el espacio cercano a la ruta nacional y a la estación del Tren Solar.

El Tren Solar: innovación turística.
El Tren Solar es una novedad para el turismo. Funciona con baterías de litio de carga rápida con electricidad proveniente de paneles solares y utiliza el antiguo ramal C del Ferrocarril Belgrano, que hace mucho tiempo llegaba hasta La Quiaca, en la frontera con Bolivia. Vale la pena hacer el viaje en tren hasta Humahuaca, y así lo haré en mi próximo viaje.
Artesanos de Purmamarca, Maimará y Tilcara.
Ya era tarde y partí para Purmamarca, donde me esperaba el Manantial del Silencio, un hotel de adobe estilo neocolonial que, dicen, alojó a la princesa Máxima y al príncipe Guillermo. Siempre viajo a las corridas y sin tiempo para disfrutar, pero en esta ocasión elegí descansar y disfrutar en el corazón de la Quebrada. Fue una elección adecuada para cargar energías a esta altura del año.
La Quebrada funciona como un paso natural entre la zona de la Puna y el resto del país. Siempre fue habitada por pueblos originarios cuyos testimonios se observan a cada paso. Tiene su punto sur en la población de Yala, a 1.639 msnm, y el punto norte en Tres Cruces, a 3.693 msnm. El recorrido entre estos dos puntos es de 168 km por ruta.

Debo confesar que la altura me afecta mucho; por eso, antes de llegar a Humahuaca, prefiero hacer noche en Tilcara para que mi cuerpo se vaya adaptando. En 2024 viajé a Caspalá y Santa Ana, pasando por el Hornocal, durante seis horas en camioneta por caminos sinuosos y de altura, que sobreviví gracias a las hojas de coca que iba triturando entre mis dientes y, por supuesto, a la habilidad de Ariel, que conducía. En esta ocasión, la altura no sería un problema, pues Purmamarca y Tilcara están a menos de 2.500 metros sobre el nivel del mar y dentro de los límites que mi cuerpo resiste sin demasiados problemas.
Durante los siguientes días me encontré con artesanos y artesanas en Purmamarca, Maimará y Tilcara, ambos pueblos de la Quebrada de Humahuaca, cuyo paisaje cultural fue incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 2003. El entorno no podía ser más inspirador: paisajes hermosos, historia, costumbres, tradiciones y la calidez de sus pobladores.
Visité las instalaciones de Llama Negra, donde varios hermanos han incorporado diseños exclusivos en prendas tejidas a mano. Aprecié sus nuevas piezas, sobre todo las de barracán y ojo de perdiz. Disfruté otros emprendimientos como Bella Puna, La Chola, Noa Urdimbre Akatanga, todos muy interesantes en el arte andino, con bordados en carteras de telar, cuadros combinando tapices con marcos de cardón, guantes, sombreros, estolas, bufandas y tapices hechos por artesanos que me encantaron.

Antes de volver a Buenos Aires conocí a Miguel, un joven artesano textil que aprendió el oficio de su madre. Me dijo con orgullo que en su casa natal aún se usan las mantas hechas en telar con dibujos creados pacientemente por ella, que aún vive en un paraje alejado en la montaña. Miguel me mostró ruanas, mantas y ponchos explicando cuáles eran de la Quebrada y cuáles de la Puna, destacando sus detalles significativos. Por eso elegí el nombre poncho de la Quebrada y lo sumé como producto a mi colección de piezas artesanales.
En Tilcara aproveché para conocer los últimos diseños de la tejedora colla Nora Gerónimo, a cargo de Antolina, un ícono de la moda en el norte argentino.
Regreso y reflexiones del viaje.
Ya sobre el final del viaje, despaché cuatro cajas de productos desde Purmamarca, y con dos maletas repletas, volví feliz a Buenos Aires. Tengo presente cada momento compartido con las familias de artesanos y aún siento la suavidad de las llamas que pude acariciar al costado de la ruta, cuando su dueña las llevaba de regreso al corral para comer a la sombra. Pude traer de recuerdo una foto que comparto con ustedes en este blog.
